
Hace 2 días me pidieron que haga un resumen de los últimos cuatro años en esto que marcó mi vida como la de tantos otros, “CROMAÑON” ; la verdad tengo tanto para poner que escribiría un libro interminable, sin embargo hay una palabra que me está dando vueltas desde que acepté hacer esto… “APRENDÍ” ¡Sí!, porque son muchas las sensaciones, momentos, desilusiones, ilusiones, olores, y colores que pasamos todos en estos cuatro años tan largos pero rápidos a la vez, pero seguro que aprendimos… No es un aprendizaje que nos alegre mucho, pero sí es necesario para sobrevivir con este estigma y en esta ciudad.
Aprendí a perder amigos y familia.
Aprendí a ganar fuerzas cuando creía que ya no podía más.
Aprendí a ser padre y madre a la vez.
Aprendí a ver mas allá de los medios de desinformación cuando quiero informarme.
Aprendí a cuidarme y cuidar porque sé que nadie lo hace ni por mí ni por nadie.
Aprendí a ver como la justicia espía con un ojo y ve lo que le conviene.
Aprendí a soportar la gran pregunta grande ¿¿¿VOS PERDISTE A ALGUIEN EN CROMAÑON??? (O su variante ¿VOS ESTUVISTE EN CROMAÑON?).
Y aprendí a recibir las respuestas más comunes y las más desubicadas, como también las más dolorosas.
Aprendí a tener miedo de decir que mi marido murió en Cromañón.
Aprendí a decir con orgullo que yo perdí a mi marido en Cromañón.
Aprendí a que me miren con desconfianza por tener que ver con Cromañón.
Aprendí a enojarme.
Aprendí que el enojo sólo daña, y por eso aprendí a poder hablar.
Aprendí a ser “guía turística” del caso Cromañón.
Aprendí a ser periodista, abogada, jueza, policía, bombero, inspectora del GCBA.
Aprendí a saber como debe estar un lugar para que no sea peligroso.
Aprendí a conocer de memoria los infinitos boliches que no están habilitados, o lo están mal y aún siguen abiertos.
Aprendí a decirle a un ministro de seguridad, que era un inútil porque hoy cerraban el lugar y mañana abrían otra vez, y que con solo comprar el diario y fijarse en la sección espectáculos tenia un itinerario armado de inspecciones .
Y aprendí también a verle la cara de póquer que ponía, al explicarle que con la clausura no se logra nada, si no cambian las leyes y suman más gente a los menos de 100 inspectores que “supuestamente” disponen para toda la capital .
Aprendí a enfermarme de nervios, de bronca, de tristeza…
Aprendí la omisión al tener que explicarle a mi hijo que la policía atrapa a los ladrones y los bomberos apagan el fuego, y el gobierno de la ciudad… mmm, bueno el gobierno de la ciudad… cobra impuestos!
Aprendí a que me digan que yo no permito que la gente se divierta cuando entraba a un recital y veía que todo estaba mal.
Aprendí la palabra “MARBETE” y a leerlo (es el papelito que tienen los matafuegos y según su color es el año de vencimiento de la carga).
Aprendí a no tener respuestas frente a las preguntas tan sencillas que me hacía mi hijo, de porque o como pasó esto, sin negarle la posibilidad, al menos la ilusión infantil, de que uno está “seguro” porque mamá lo cuida.
Aprendí a entrar a hospitales y buscar entre filas infinitas de chicos fallecidos.
Aprendí a buscar en la morgue, encontrar y hacer los trámites TAN “lógicos” de retirar un cadáver.
Aprendí a buscar fotos, videos y todo lo que pudiera darme información de lo que le había pasado a mi marido.
Aprendí a que me golpeen la nariz con infinitas puertas cuando pedía información del 30/12/04.
Aprendí a seguir sin saber que pasó.
Aprendí de terapia, de estrés postraumático.
Aprendí a marchar con una pancarta que pesa tanto como el dolor de la ausencia.
Aprendí a pasar 3 años nuevos con el miedo y el dolor a flor de piel.
Aprendí a seguir con el silencio de su música, con la falta del Negrita llegué!!
Aprendí a guardar por más de 4 años el abrazo de un encuentro que nunca sucedió.
Aprendí a no poder ir más a un recital.
Aprendí a llorar, llorar y llorar y no poder levantarse.
Aprendí a secarme las lágrimas y seguir, aunque las fuerzas se agotaran con el paso de los días.
Aprendí que siempre tengo 194 Ángeles que me guían y me dan fuerza.
Aprendí a no olvidar.
Aprendí a luchar.
Aprendí a tener muchas mamás y muchos papás, que sin decir una palabra, me abrazaron y me dejaron llorar en sus hombros.
Aprendí a consolar a “mis viejos adoptivos del dolor” sin palabras.
Aprendí que la justicia no es justa cuando destituyen a un político por incumplimiento de sus DEBERES de funcionario, y que un tiempo después, se postule y GANE para un nuevo puesto.
Aprendí el dolor de la palabra sobreseimiento, falta de mérito, falta de pruebas.
Aprendí a ver con ojos llenos de lágrimas, mes tras mes, partir un manojo de 194 globos blancos y elevarse al cielo como lo hicieron esa noche estos Ángeles.
Aprendí a querer a gente que ya no está y que no conocí, pero que la quiero aunque sólo conozca su foto y sus vivencias por relatos… o no.
Aprendí que juntos podemos TODO, porque siempre hay manos que se extienden al primer traspié que uno da.
Aprendí muchísimas cosas, MUCHÍSIMAS… y muchas más aprenderé!
Cosas que no se aprenden en la escuela, ni en una facultad, ni en la calle, ni en un posgrado, y quizás, con suerte, ni siquiera en la vida. Pero hay algo que aún sueño y por eso lucharé siempre, y es que Cromañón ¡NO SE REPITA!
Para que mi hijo y todos los hijos, puedan vivir libremente y disfrutar la vida sin que la muerte los esté acechando en la esquina con un balcón que se derrumba, un subte, tren o colectivo que no cumple con las normas, un colegio que se cae a pedazos, un recital que se hace en un sucucho, un HDP que se guarda la plata en el bolsillo, para no ver donde tiene que ver, un policía que pasa en rojo el semáforo para buscar su pizza, unos bomberos que tardan más de 50 minutos en llegar cuando están a 15 cuadras, un político que sale en TV con la Rito diciendo si se acostaría con ella o no, después de no dar la cara nunca por la responsabilidad de 200 muertes, un inspector sin escrúpulos, empresarios codiciosos que lloran con lágrimas de cocodrilo, y otros que se esconden tras empresas off shore, funcionarios ineptos que si sólo cumplieran con su deber, todo esto sería una idea dando vueltas en la cabeza de algún cineasta para el guión de una película de catástrofe o de un escritor de libros de terror .
Pero por sobre todas las cosas, deseo, peleo y vivo para que esto NO SE REPITA , para que NUNCA MÁS tengamos padres llorando, con la foto de su hijo, la muerte absurda y completamente evitable.
Silvina Magariños, esposa de Marcelo Alberto Lamenza, fallecido en Cromañón.
Los chicos de Cromañon PRESENTES!


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